
by Paula Alfonso
La obra es ese momento en el que construir las declaraciones de intenciones expresadas en el proyecto; las ideas toman formas y las líneas se transforman en espacios. De pronto hay un dentro y un fuera, hay sombras, luces y límites. Hay que hacer encajar ese revuelto de condicionantes, planteamientos funcionales, gustos, necesidades, normativas, caprichos,…
La construcción de este proyecto podría estar resumido en el diseño de las carpinterías. Los clientes buscaban un gran escaparate a sur, para disfrutar de las espectaculares vistas de la ría. Colocamos unos grandes vidrios dobles con control solar, fijos, a modo de muro cortina, colgados de una carpintería interior de madera, que con su forma recoge los acabados interiores (alicatados, pladur, falso techo, suelos), camuflándose con el interior, transformando el hueco del vidrio en superficie útil y consiguiendo una luz tangente relajante. El retranqueo de la planta baja ayudaba a matizar la incidencia del sol, y nos ayudamos de una celosía de madera que ensombreciera estos vidrios, relajando su temperatura y las transmisiones al interior. Por dentro unos estores regulan el grado de intimidad en cada momento, protegiendo al interior y sin privarlo de las vistas.
Las instalaciones de esta obra son complejas. Un sillón dental es un mini-mundo con electricidad, iluminación, datos, agua, saneamiento, ósmosis, aspiración, rayos x,… la calidad del aire tiene que ser IDA 1, por lo que además del aire acondicionado es preciso un sistema de renovación de aire. Hay veces que da la impresión de estar en una nave espacial. Resolver el puzle de las instalaciones sin que los techos parezcan un Mondrian no es fácil.
Creo que la arquitectura debe servir siempre a los hombres y mujeres, hacerles grata la estancia. Por eso los parámetros referentes a accesibilidad, escala humana, confort y bienestar deben estar presentes en todo momento.
Optamos en esta obra por un proyecto accesible en su totalidad, de proporciones amables y de alta eficiencia energética, para minimizar el consumo energético. El aislamiento por el exterior, doblado en el interior con trasdosados otra vez aislados, acompaña a los vidrios de altas prestaciones.
El momento en el que llega la madera a la obra es uno de mis favoritos. Diseñar cada encuentro, anclajes, remates, tratamientos, acabados,… en este caso elegimos una madera acetilada, adecuada para exteriores en este tipo de ambientes agresivos. El acabado es durable y resistente, y el tono elegido tiende una mano al resto del edificio. La anclamos a unas vigas superiores, de fácil desmontaje para mantenimiento, y las apoyamos sobre unas varillas, de tal forma que no toquen el suelo, de piedras sobre canal de agua. Las esquinas redondeadas, la base inclinada para escurrir el agua,…
De esta obra recuerdo una tarde de apnea colocando esos grandes vidrios dobles a hueso, con sus más de 400 kgs de peso, preguntándome si ese diseño sería tan efectivo como pensaba una vez colocado. A día de hoy puedo presumir de que dentro de esas estancias con grandes vidrios fijos al sur, apenas hacen uso del aire acondicionado. La arquitectura pasiva funciona, igual que funciono siempre.
Confirmo lo que ya todos sabíamos: que cuanto más sencillo parece un resultado, más costó llegar a él. Pero creo que el esfuerzo de todos los que colaboramos en la obra merece la pena, si es para conseguir una arquitectura limpia, humana y amable.